España, un país que ha luchado por consolidarse como un líder en tecnología, parece estar avanzando en la dirección opuesta con respecto a la inteligencia artificial (IA). A pesar de no ser, ni de lejos, una nación puntera en el desarrollo y aplicación de esta tecnología, ya ha puesto en marcha una agencia regulatoria que, para 2025, planea contar con 80 empleados en su sede en La Coruña.
¿Un exceso de regulación?
El mandato de este nuevo organismo incluye inspeccionar y sancionar prácticas prohibidas relacionadas con la IA. Aunque la intención de proteger a los ciudadanos y evitar abusos es loable, el problema radica en que España no cuenta actualmente con un ecosistema de IA suficientemente desarrollado que justifique un enfoque tan regulador.
En lugar de fomentar la innovación y la inversión en el sector, se prioriza un modelo que parece más centrado en restringir que en potenciar.
Este enfoque sigue la tendencia de la Unión Europea, conocida por su “obsesión reguladora”. Bruselas ha liderado el camino con iniciativas como la Ley de Inteligencia Artificial, que establece categorías de riesgo y reglas estrictas para el desarrollo y uso de esta tecnología.
Sin embargo, cabe preguntarse si España está en una posición adecuada para seguir este camino sin primero construir una base sólida de investigación, desarrollo e inversión.
Innovar antes que regular
Los grandes líderes mundiales en IA, como Estados Unidos y China, han adoptado un enfoque diferente. Estas naciones han priorizado la inversión masiva en investigación y el apoyo a empresas tecnológicas antes de imponer estrictas normativas. Esto no significa que carezcan de regulaciones, sino que estas llegan una vez que el sector ha alcanzado un nivel considerable de madurez.
En contraste, España parece haber colocado el carro delante de los bueyes. Con una comunidad tecnológica que lucha por obtener recursos y apoyo, una regulación prematura podría sofocar el crecimiento de un sector que ya está rezagado. Además, la falta de claridad sobre qué aspectos específicos de la IA serán regulados genera incertidumbre entre las empresas y los investigadores.
La paradoja española
El establecimiento de una agencia reguladora puede interpretarse como una señal de compromiso con la IA, pero también refleja una paradoja. Por un lado, se reconoce la importancia de esta tecnología para el futuro. Por otro, no se están sentando las bases necesarias para que España pueda competir a nivel global en este ámbito.
En cambio, se apuesta por un enfoque que podría desalentar la inversión y el emprendimiento en un sector crucial.
¿Hacia dónde vamos?
Si España desea posicionarse como un actor relevante en el campo de la IA, debería reconsiderar sus prioridades. En lugar de centrarse exclusivamente en regular, debería invertir en educación, incentivar la colaboración entre universidades y empresas, y crear un ecosistema que atraiga talento y capital. Una regulación equilibrada es necesaria, pero debe ser el resultado de un sector tecnológico robusto, no una imposición prematura.
La IA representa una oportunidad sin precedentes para transformar economías y mejorar la vida de las personas. Sin embargo, para aprovechar su potencial, España necesita más que una agencia reguladora: necesita visión, innovación y una verdadera apuesta por el futuro.